FRANCISCO, nueve años como testigo del Evangelio

Por: Mario J. Paredes

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Este próximo 13 de marzo se cumplen nueve años de la elección como Papa número 266 en la historia de la Iglesia del sacerdote jesuita, obispo y cardenal Jorge Mario Bergoglio. El Papa Francisco preside la cátedra de Pedro y guía a los católicos del mundo en la fe y en la caridad desde que celebró la eucaristía de inauguración de su Pontificado el 19 de marzo de 2013 en la fiesta de San José. El Cardenal Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, Argentina, y escogió el nombre de Francisco, como homenaje al “poverello” de Asís.

Desde el primer instante en que asomó al balcón de la Plaza de San Pedro para ofrecer su primera bendición Papal “Urbi et Orbi”, ante la multitud expectante y jubilosa por la noticia de la elección del primer Papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica, el Pontificado de Francisco ha estado acompañado de signos y gestos novedosos y proféticos con los que ha refrescado la imagen de la Iglesia ante el mundo. Nuestro Papa nos convoca permanentemente a los creyentes, a la adhesión a la persona de Cristo, a volver a las fuentes primarias de nuestra fe para vivir la autenticidad evangélica, como verdaderos discípulos, y a perpetuar la acción misionera de la Buena Nueva en el mundo.

 

En la complejidad de esta coyuntura histórica, política, social y cultural en la que vive hoy la humanidad entera, en medio de los enormes desafíos por los que atraviesa hoy el mundo y los católicos en él, la figura del Papa Francisco, su vida, sus gestos y sus enseñanzas, han sido, para todos, un aire fresco y un faro de luz en medio de las vicisitudes e incertidumbres que todos afrontamos.

 

Compleja es la coyuntura mundial actual y muy difíciles también las circunstancias que, al interior y hacia el exterior de la Iglesia, ha tenido que acompañar con su magisterio y autoridad el Papa Francisco. Reformas urgentes que requiere la administración del estado del Vaticano, la Curia Romana, el ser y quehacer de la Iglesia en el mundo, el estilo de vida de los sacerdotes, los escándalos sexuales y de pederastia en el clero, la crítica al estilo de vida y pontificado de Francisco por parte de sectores conservadores y reaccionarios de la Iglesia, el rol de la mujer en la vida de la Iglesia, además de catástrofes climáticas, amenazas de guerras locales e internacionales, enormes masas de migraciones humanas, hambrunas, pandemia, violencia, injustica e inequidad en el mundo, etc….

 

Esto es apenas un listado somero de los muy importantes y graves problemas que aquejan a la Iglesia y a la humanidad, y ante los cuales el Papa Francisco se ha puesto siempre al frente para dar ejemplo e iluminar con su mensaje siempre evangélico, siempre oportuno y siempre compasivo.

 

En todos los temas, en todas las noticias, en todos los eventos y circunstancias y en todos los medios de comunicación social el Papa Francisco nos ha acompañado durante estos nueve años con su estilo profundamente humano, franco, abierto, sincero, con total desparpajo, sin acartonamientos ni etiquetas, sin poses y con la libertad y la alegría que brotan de la fidelidad y del apego al evangelio de Jesucristo.

 

Su deseo de avanzar, de poner en marcha a la Iglesia para que avance al mismo paso de los cambios en la sociedad y “signos de los tiempos”, su afán porque la Iglesia entera sea “luz en medio de las tinieblas”, porque alumbremos en las periferias del mundo y compartamos el amor de Dios especialmente con los “descartados” de la tierra, ha encontrado críticas y frenos, sobre todo, en el interior de la misma Iglesia, de los que – laicos y clérigos - ven en Francisco una amenaza para sus comodidades e intereses. Estos sienten que Francisco los confronta con el Evangelio y desempolva y sacude el apaciguamiento de sus conciencias, y de todos los que – como los fariseos en tiempos de Jesús de Nazaret – dejan de lado el mandamiento de Dios por aferrarse a los legalismos y tradiciones de los hombres (Cfr. Mc 7,1-13).

 

Todo esto porque Francisco es primero que todo un “cristiano” a carta cabal, un convencido de que el Evangelio de Cristo es la respuesta a nuestras ansias de felicidad y a las búsquedas de todos por un mundo mejor, más vivible, más sostenible, más humano y fraterno.

 

Pero Francisco, con la fuerza y valentía del Espíritu que lo fortalece, lo impulsa y acompaña sigue adelante y, entre otras gestas “heroicas” de su pontificado, ahora nos ha convocado a un sínodo sobre la sinodalidad. Este sínodo tiene la esperanza de que, entre todos, vayamos construyendo una Iglesia de mayor comunión y participación, menos piramidal y más circular, menos del derecho canónico y más evangélica, menos apegada a la lógica del mundo y más próxima a la sabiduría del hijo del carpintero de Nazaret.

 

Una Iglesia menos administrativa y más solidaria, menos ritualista y más vivencial. Una Iglesia que condene menos y que muestre más el amor de Dios a todos. Una Iglesia menos apegada a los poderosos y a los poderes del mundo, y más cercana a los humildes y a la construcción del reinado de Dios. Una Iglesia menos de masas y más de personas, menos atenta a la ortodoxia y más preocupada por la ortopraxis del amor evangélico.

 

Nos alegramos por todo lo que es y ha significado para la iglesia y el mundo la figura y el Pontificado de Francisco. Celebramos su afán por acercarnos – de nuevo – al evangelio de Cristo y al amor de Dios experimentado y compartido por todos. Nos alegramos por su empeño en sacar a la Iglesia de las sacristías para que “alumbre a todos los que están en casa” (Cfr. Mt 5,14-16). Agradecemos a Dios todo su amor y devoción por los más pobres, los enfermos, los encarcelados, los migrantes, los que más sufren.

 

No le ha sido fácil al Papa Francisco. Le ha tocado nadar contracorriente en un mundo que quiere construir realidades, relaciones, instituciones y sociedades en contra o a espaldas de Dios y, sobre todo, y lo que más duele, contracorriente de las negaciones y traiciones, al evangelio de Cristo, de laicos y clérigos, al interior mismo de la comunidad eclesial.

 

Recemos por Francisco, como él mismo nos lo pidió desde el primer instante de su pontificado, y brindemos por muchos años más de Francisco, el Papa humilde.

 

Mario J. Paredes, presidente ejecutivo de SOMOS Community Care, una red de 2,500 médicos independientes —en su mayoría de atención primaria— que atienden alrededor de un millón de los pacientes más vulnerables del Medicaid de la Ciudad de Nueva York.

 

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